sábado, 6 de octubre de 2012

Manuela Atalaya y dinastía Hernández Plá

Manuela Atalaya
y Hernández Plá

Siguiendo un documento que encontré de finales de 1.800 encontré un familiar de nombre Manuela Atalaya de Madrid. Investigando de quien se trataba he descubierto que era cuñada de Esteban Hernández Martínez. Seguramente a la mayoría de los lectores este nombre no os sonará, pero fué una persona muy reconocida y de prestigio en el mundo de la tauromaquia, fundador de la dinastía Hernández Plá.



Quién fué Esteban Hernández Martínez.


Don Esteban Hernández Martínez fue uno de los personajes más importantes en la historia del campo bravo madrileño. Desde finales del siglo XIX, su nombre cobró justa fama y sus toros fueron conocidos como “los pablorromeros de Madrid”. También su visión de la bravura debía ser bastante avanzada, a juzgar por el rigor con que seleccionó y el exitoso afán de experimentar con nuevos cruces. Sus herederos mejoraron aún más la ganadería, favorita de las figuras de la Edad de Oro y de Plata del toreo, pero la guerra civil truncó brutalmente su continuidad. Todas las reses fueron aniquiladas, mas no así la afición de sus hijos, los hermanos Hernández Pla, que en cuanto pudieron volvieron a criar toros bravos.

Han pasado 120 años y la tradición sigue viva en nuestros días gracias al hierro de “Sotillo Gutiérrez”, sobradamente conocido por la afición de Las Ventas y desde hace tiempo encastado en las mejores reatas de Domecq. Por historia y categoría, llega a nuestras páginas la más clásica de las familias ganaderas de Madrid.

Parece evidente que don Esteban Hernández fue un hombre con un espíritu y una lucidez fuera de lo común. Natural de un pequeño pueblo de La Rioja, quedó huérfano siendo niño y vino a vivir a Madrid con unos tíos que poseían un comercio, en el cual trabajaba como simple dependiente e incluso dormía. Por esos giros inesperados de la vida, otra tía suya le dejó en herencia la finca “El Soto”, sita en la ribera del Jarama, muy cerca de Ciempozuelos, y a partir de ahí tomó contacto con el mundo agrícola y ganadero, aparte de otros negocios de distinta índole que le permitieron multiplicar su hacienda a base de serio trabajo. 

A la mencionada finca se fueron sumando otras de extraordinaria calidad, como “Cuarto Carretero”, “La Dehesa de Guadalix, “Prado Herrero”, “El Pradazo” o “La Cerca del Cerro”, enclavadas en diferentes puntos de la sierra madrileña, pero con la particularidad de distar todas ellas a una jornada a caballo desde la capital. Con ello, además de cercanía, se aseguraba de que al ganado no le faltase sustento y condiciones de vida en toda época del año. Dentro de cada dehesa, la construcción, organización y distribución de cerrados e instalaciones también fue ejemplar por amplitud, solidez y eficiencia práctica, todo lo cual habla de que don Esteban fue un extraordinario planificador y gestor. 


DON ESTEBAN, GANADERO

Cautivado por la afición a los toros, en mayo de 1890 le compró a Alejandro Arroyo, vecino de Miraflores de la Sierra, la ganadería que éste tenía procedente de Mazpule, cuyo origen era nada menos que la antiquísima raza de Raso de Portillo. Don Esteban empezó de inmediato las labores de tienta, y para ello contó con la participación de su amigo el gran Salvador Sánchez Frascuelo, lo cual tuvo cierto eco en la prensa taurina de la época. Se presentó en Madrid el 5 de abril de 1891 con una buena corrida que lidiaron Mazzantini, Espartero y Guerrita, y su nombre se puso en boca de todo el mundo. 

En 1892 se hizo con la totalidad de la vacada de Mazpule, pero no debía satisfacerle del todo esta sangre, pues en junio de 1893 adquirió la ganadería de la condesa de la Patilla, que procedía de otra casta antigua, la de Espinosa-Zapata, a la cual agregó más tarde reses vazqueñas de origen Trespalacios. En el año 1894 debutó en Madrid con los toros de aquella procedencia y no tardó mucho en vender todas las vacas de origen Mazpule para conservar sólo las de Patilla, tomando de éstas la antigüedad (8 de junio de 1883) y la divisa, si bien cambió el hierro por la “H” de Hernández. En esta etapa inicial, y durante los posteriores años de consolidación de la ganadería, resultó fundamental la figura del mayoral Agustín Sánchez, que se había forjado en la casa Veragua y permaneció estrechamente vinculado a la familia Hernández en lo profesional y en lo personal hasta su retirada. 

Entre finales del XIX y comienzos del siglo XX don Esteban lidió con gran frecuencia en Madrid, normalmente varios festejos por temporada entre novilladas y corridas de toros. Los éxitos se sucedieron, como por ejemplo la gran novillada del 12 de marzo de 1899, el magnifico Tejadillo, toro de pelo sardo estoqueado el 21 de junio de 1903 por Mazzantini, la excelente corrida del 14 de junio de 1905, o el bravo y noble Villadario, con que el Rafael El Gallo triunfó a lo grande el 26 de mayo de 1912. Ello le abrió las puertas de las principales plazas españolas y también propició la amistad personal con muchos toreros, especial mente El Espartero y, más tarde, el impar Joselito, que tentó a menudo y pasaba las temporadas invernales en esta ganadería. 

En el año 1913, don Esteban sufrió una caída del caballo en “Cuarto Carretero”, a resultas de la cual fallecería cuando contaba con 57 años de edad. La ganadería pasó a su viuda, doña Luisa Pla, y sus hijos, quienes debutaron en Madrid el 18 de mayo de ese año, lidiando un gran toro llamado Carpintero, con el que logró un sonoro éxito Rodolfo Gaona. Se da la circunstancia de que doña Luisa se casó en segundas nupcias con el muy famoso doctor Agustín Mascarell, quien fuera el médico de Joselito. 

La divisa madrileña siguió cosechando notables triunfos, pero el afán por mejorar las cosas llevó en 1916 a cruzar las vacas con sementales de Saltillo, lo cual dio excelentes resultados y acrecentó el cartel que ya tenía. No contentos con ello, los sucesores de don Esteban compraron en 1932 la extraordinaria ganadería de José Encinas, que era una de las partes más bravas y de mayor calidad originarias de los famosos “patitas blancas” de casta Vega-Villar, reses que lidiaron por vez primera en Madrid el 27 de marzo de ese mismo año. 


MASACRE Y RECONSTRUCCIÓN 

Los Hernández vivían quizás su momento de mayor esplendor cuando en 1936 estalló la guerra civil, que como en todas las radicadas en zona dominada por el Frente Popular tuvo aquí funestas consecuencias. Los miembros de la familia, amenazados de muerte, lograron en su mayoría huir de España al amparo de una embajada extranjera. 

Nada pudieron hacer los vaqueros y el mayoral para salvar la ganadería, al extremo de que a riesgo de su vida llegaron a esconder en la sierra las 20 últimas vacas, pero al final los pistoleros las localizaron y masacraron sin más intención que hacer el mal, eliminando para la posteridad un patrimonio genético irrecuperable. 

Pasados los primeros y traumáticos años tras la guerra, y aunque con medios más limitados, los hijos de dos Esteban se empeñaron en volver a ser ganaderos. Esteban Hernández Pla, primogénito y titular del hierro de la “H”, reconstruyó la ganadería en 1948 con 60 eralas del duque de Pinohermoso y un novillo de origen Albaserrada. Por su parte, José María Hernández Pla había formado una nueva vacada en 1944 con reses de Bernardo Escudero, también procedentes de Albaserrada, e ingresó en la Unión mediante la prueba. En esta fase lidió dos novilladas en Madrid, la de su debut, el 25 de septiembre de 1949, y la final, que se jugó el 2 de abril de 1950 y en la que saltaron tres ejemplares bravos y buenos: Farruco, Dormido y Matajacas. Durante esta década y la siguiente, don José María y sus herederos enviaron varias novilladas en Las Ventas con resultados muy desiguales, destacando en lo positivo el encierro del 17 de octubre de 1954, en el que hubo otros tres astados bravos y pastueños, llamados Gorreto, Señorito y Jabaíto. 

En 1957 la ganadería se dividió en tres partes, una de las cuales acabó en poder de Gabriel Hernández Pla, quien incorporó reses de Samuel y de Arribas. En 1968 pasó a los hijos de aquél, los hermanos Hernández Tabernilla, quienes se deshicieron de todo lo anterior y compraron 90 vacas y dos sementales de Joaquín Buendía. Ya con sangre Santa Coloma, el 4 de junio de 1973 lidiaron en Madrid una brava y noble novillada, siendo premiado con la vuelta al ruedo el cuarto, de nombre Corredor. El 14 de julio de 1974 se jugó la primera corrida de toros, en la que hubo dos ejemplares destacados: Cerrajero y Limpiador. 

El debut en San Isidro se produjo el 15 de mayo de 1976, con José Fuentes, Manolo Cortés y Julio Robles, que cortó una oreja del buen toro Poderoso. Repitió la ganadería en la feria de 1977 y esa vez la corrida dio un juego más completo, en especial los tres primeros astados, que atendieron por Minutero, Napoleón y Timonero. Con estos precedentes, los santacolomas de Hernández Tabernilla fueron contratados para la Beneficencia de 1978, pero la corrida fue un fiasco monumental por parada y distraída. El 15 de mayo de 1979 se lidió en Las Ventas el famoso toro Capitán, que realizó una espectacular pelea en el caballo y fue premiado como el más bravo de San Isidro. 

Otro ejemplar destacado de este periodo fue Matador, jugado el 16 de mayo de 1981. La corrida de la feria de San Isidro de 1983 se anunció con un gran cartel: Esplá, Emilio Muñoz y Paco Ojeda, quien se encontraba en su cúspide, pero fue remedada y además no dio un juego brillante. 

A mediados de los ochenta se produjo un notable aumento en el tamaño y pitones de los toros y, paralelamente, un gran bajón en su nivel de juego, pues ya era evidente el predominio del genio mansurrón, aun con movilidad, sobre la bravura. Los años 90 transcurrieron con pocos resultados destacables, a pesar del apoyo del demagógico sector “torista”, hasta que en 2000 la ganadería se vende a la sociedad “Horsebull”, propietaria de otras vacadas de origen Santa Coloma. 

Los Hernández Tabernilla se quedaron con las camadas de machos, uno de los cuales fue el muy bravo y noble toro Guitarrero, premiado con la vuelta al ruedo en la feria de San Isidro de 2002. Las corridas lidiadas con posterioridad han sido bastante deslucidas y los efectivos de la vacada acabaron en manos de diferentes dueños. 

“SOTILLO GUTIERREZ” 

La única ganadería de la familia Hernández que perdura en la actualidad es “Sotillo Gutiérrez”, formada en el año 1953 por doña Venancia Hernández Pla, que era hija de don Esteban y esposa del doctor don Enrique Parache. El matrimonio siempre había estado involucrado en la ganadería brava, y en el año 1953 adquirió el hierro y divisa de Cruz Sánchez, al que se enajenaron 50 vacas y el semental Formalito de Escudero Calvo, la misma sangre Albaserrada que las reses compradas por sus hermanos unos años antes. Con esta base genética empezaron a seleccionar y pronto se hicieron habituales en la plaza de Las Ventas, donde lidiaron gran cantidad de festejos hasta finales de los años 70. Su debut tuvo lugar el 22 de mayo de 1959, con una novillada de juego desigual en la que saltó un sexto ejemplar bravo y noble hasta el fin. 

Desde el 11 de julio de 1964, el nombre de “Sotillo Gutierrez” apareció con gran regularidad en los carteles de cada temporada madrileña. Aquella tarde los utreros de doña Venancia salieron manejables y codiciosos. También fue buena la novillada del 4 de julio de 1965, con dos ejemplares dignos de recordar: el segundo, Piloto, y el tercero, que se llamó Gallinito. En el año 1966 el mejicano Jesús Solórzano cortó una oreja a otro excelente novillo de este hierro, y el 18 de julio de 1967 llegó el debut en corrida de toros con un encierro en el que hubo cuatro morlacos excelentes, a uno de los cuales, el cárdeno Conejero, le cortó las dos orejas Emilio Oliva. 

Durante la temporada madrileña de 1968 se lidiaron tres festejos de esta divisa. Su resultado fue desigual, sobresaliendo el muy noble toro Bebedor, que despachó José Luis Barrero el 15 de agosto. Ese mismo año, los criadores madrileños adquirieron vacas y un semental de Joaquín Buendía, estableciéndose así dos líneas: una pura de Buendía y otra fusionada de buendías y albaserradas. La renovación de sangre produjo buenos resultados respecto al juego de los toros, y dio lugar a una reducción en el tamaño y las astas, sin menoscabo de su siempre esmerada presentación. 

A pesar de que los pupilos de “Sotillo Gutiérrez” no eran estoqueados por las figuras y a veces pecaban de broncos, en muchos festejos salían astados con nobleza y posibilidades de éxito. Así, toreros como El Hencho o Joaquín Bernadó cortaron orejas a sendos ejemplares de este hierro entre finales de los 60 y comienzos de los 70. La nobleza fue un atributo que afloró progresivamente con más frecuencia. En dicho sentido merece recordarse la magnifica novillada del 22 de octubre de 1972, en la que hubo cuatro ejemplares destacados: Colchonero, Japonés, Bordador y, sobre todo, Calero. Una tónica de juego parecida evidenciaron la mayor parte de las novilladas de doña Venancia durante entre 1975 y 1977, cuando volvieron a lidiarse otros tres festejos por año en Madrid. La temporada de 1978 fue la última en la que la empresa Jardón, unida por estrecha amistad con los ganaderos de “Sotillo Gutiérrez”, gestionó la plaza Las Ventas. Precisamente el 14 de mayo de este año se produjo el debut de la divisa en la feria de San Isidro, con una corrida compuesta por cinco astados cárdenos y uno colorado, en la que Ortega Cano confirmó alternativa con el toro Reactor. 

Una novillada veraniega y un sobrero el 15 de octubre fueron las últimas reses lidiadas en esta etapa. Fallecida doña Venancia en 1987, la ganadería quedó en manos de su esposo (que vivió hasta 1997), su hija, Luisa Parache, y el marido de ésta, Juan José Rueda, que es su director desde hace ya bastante tiempo. Tras una década de ausencia, los de “Sotillo” volvieron a lidiarse en Madrid el 15 de agosto de 1988; fue una novillada que dio poco juego y estoquearon El Cordobés (entonces se anunciaba como Manolo), El Formidable y El Jose. 

LA ÉPOCA DOMECQ 

Con el paso del tiempo, y sobre todo a partir de extenderse entre los toreros la moda anti-Santa Coloma, la ganadería quedó limitada a la lidia de novilladas con poco eco y con carteles flojos. Ello indujo a sus dueños a dar un cambio radical, y en 1991 decidieron comprar vacas y sementales de Zalduendo, Salvador Domecq y “El Torreón”. En principio mantuvieron los albaserradas y santacolomas en “Sotillo Gutierrez” y trasfirieron las reses recién adquiridas al nuevo hierro de “El Casillón”, pero al final se desprendieron de la antigua sangre, quedándose sólo con el hierro original pero ya encastado únicamente en Domecq. Desde mediados de los 90 hasta los primeros años 2000 se lidian en Madrid varios sobreros de esta ganadería, tanto santacolomas como domecqs. Entre ellos sobresale el colorado Rodao, novillo que salta en quinto lugar el 1 de octubre de 1996 y le toca a Morante de la Puebla. Entre los festejos completos destaca la novillada del 21 de septiembre de 1997, en la cual figuran tres astados del origen antiguo y otros tantos del nuevo; Domecq de la rama Zalduendo es el primero de la tarde, el excelente Escondido, al que El Cid le corta una oreja, y también sale muy bueno el último, de casta santacolomeña. Otro de los ejemplares importantes de esta etapa reciente es Solano, lidiado por Rafael de Julia en la novillada nocturna que se celebró el 11 de agosto de 2000, que fue sensacional y era hijo del famosísimo semental Aldeano, padre de la ganadería de Victoriano del Río. 

En los últimos años, la ganadería de “Sotillo Gutiérrez” se ha orientado básicamente a la lidia de corridas de toros, obteniendo en general buenos resultados, bien en plazas tan lejanas a Madrid como Lima, o en otras más próximas, caso de Aranjuez o Villalba, donde en 2010 echó un sensacional novillo de pelo castaño llamado Dulcero. 

Sus reses siguen pastando en algunas de aquellas fincas que ocuparan hace más de un siglo los míticos sardos, ensabanados y berrendos de don Esteban Hernández, desde la vega del Jarama hasta la faldas del Guadarrama. Y ahí continúa al pie del cañón su nieta Luisa Parache con toda su familia, fieles a una tradición que aúna la clase y la sencillez personal con la eterna pasión por el toro bravo. Clasicismo ganadero de primera categoría.


Fuente: http://www.las-ventas.com/

De Esteban Hernández a Sotillo Gutiérrez: 120 años de tradición ganadera
Texto: Joaquín López del Ramo
Fotos: Martín, Juan Miguel Sánchez Vigil, archivo de Joaquín López del Ramo y cortesía de la familia

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