viernes, 31 de agosto de 2012

José Atalaya Olcese "Chely Atalaya"

José Atalaya Olcese "Chely Atalaya"
Rama de Marruecos



(Pie de foto)
Chely Atalaya, al timón (de pie a la derecha) conduciendo la canoa de Sanidad, en la que el Kaiser (sentado en el centro) desembarcó desde el trasatlántico "Hamburgo", en que hizo el viaje, hasta el desembarcadero tangerino.


TANGER FUE ASI
LA HERRADURA EN LA CARA
Por Alberto España

Decíame un amigo -sin duda lo había oído de labios de un gitano viejo, por añadidura- que cuando una persona se halla en el último trance se le marca en la cara, alrededor de los labios, "la herradura de la muerte"... Sin saber por qué, estas palabras de zahorí, con visos de brujería, dejaron profunda huella en mi ánimo. Tan honda, que, mucho tiempo después, creí ver, cierto día, la siniestra señal en el rostro de un amigo.

Chely Atalaya subía aquella mañana de la Marina al Zoco Chico. Era Chely de elevada estatura, robusto de complexión y corpulento. Tocábase de consuno con una gorra azul, de visera charolada, de las que entonces llamaban "japonesas".

A simple vista, diríase que Chely "vendía salud" por expresarlo en romance vulgar. Venía del puerto donde ejercía las funciones oficiales de delegado de Sanidad, conjuntamente a las de práctico, pues era fama que conocía todos los intrincados recovecos del fondo de nuestra bahía... Avanzaba lenta, pero firmemente hasta el Casino Español, en cuya terraza -la misma que hoy ocupa el Bar Tingis- nos hallábamos casualmente Nado Malmusi -magistrado, luego en el Tribunal Mixto- y quien hace esta evocación.

-¿Pega hoy mucho el Levante, Chely? -inquirió Mamusi, a la vez que le ofrecía un asiento a nuestro lado, con aquella efusiva cordialidad que le era tan peculiar.

-Más llegará esta tarde, al repunte de la marea- sentenció el práctico. Y tiró de la gran cadena de oro que le cruzaba el pecho para consultar su reloj. A eso de las cuatro -agregó- habrá que izar en el Puerto la bandera negra. -Cómo cuando desembarcó el Kaiser- evocó Malmusi.  -No tanto- opuso Atalaya.
En efecto, nadie creyó aquel día que el Kaiser pudiera desembarcar, a causa del fortísimo Levante, ese viento "nuestro" que casi siempre se halla presente en todo gran acontecimiento local. Entre las varias opiniones marineras expuestas, predominó aquel día el criterio certero de Atalaya.
El se comprometió a conducir la canoa de Sanidad para que desembarcase el Emperador alemán. Sólo impuso como condición que el desembarque se realizase antes de una hora y el reembarque ni un minuto después de las cuatro de la tarde.
Así se hizo y todo resultó sin el menor contratiempo... El Kaiser otorgó a nuestro compatriota una condecoración cuyas insignias le envió adornar de brillantes. El cronómetro que había consultado Chely ante nosotros, era también un regalo......


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